sábado, 1 de diciembre de 2012

Augusto pontifex maximus

Octavio Augusto (63 a.C.-14 d.C), fue un genio político de primera magnitud, que logró salir triunfante de las guerras civiles del segundo triunvirato, con lo cual consolidó su prestigio. Tras acumular diversos cargos, en el año 13 a.C. recibió de manos del Senado el imperium (poder militar) sobre la ciudad de Roma. Tres años más tarde era proclamado pater patriae.
Podemos apreciar en sus retratos oficiales esta acumulación de poder y cargos, (e este caso, Pontifex Maximus o sacerdote supremo), así como el realismo del retrato romano, que en este caso refleja con firmeza la fuerte personalidad del representado, auqnue haya algo de idealización de los rasgos físicos, por su semblante serio y clásico, así como influencia griega en el tratamiento de las telas (Fidias, técnica de los paños mojados).
Con estas esculturas de Augusto vemos, al mismo tiempo, la imagen de la persona y la del poder que simboliza para gloria de Roma y de su emperador.



Templo de la fortuna viril de Roma


El templo se remontaba al siglo IV, pero hubo de ser rehecho totalmente como consecuencia de la remodelación de aquella zona durante el siglo II a. C. Su construcción debió de iniciarse a fines del siglo II y de continuar hasta mediados del siglo I, pues en este período empiezan a emplearse en Roma el travertino, la caliza fina de Tibur que aún hoy se utiliza mucho, y el tufo o toba rojiza del Anio.

El ejemplar más típico y mejor conservado en Roma misma de un templo tardorrepublicano, es precisamente el de Portunus, errónea pero popularmente llamado de la Fortuna Viril, cuando su titular era aquel Portunus, el dios de la puerta de la casa, de tanta importancia en el hogar y en el matrimonio ritual romano (por lo mucho que de él dependía la felicidad de los cónyuges). 
El templo se remontaba al siglo IV, pero hubo de ser rehecho totalmente como consecuencia de la remodelación de aquella zona durante el siglo II a. C. Su construcción debió de iniciarse a fines del siglo II y de continuar hasta mediados del siglo I, pues en este período empiezan a emplearse en Roma el travertino, la caliza fina de Tibur que aún hoy se utiliza mucho, y el tufo o toba rojiza del Anio. De travertino son las seis columnas jónicas de basa ática del pórtico y las basas y capiteles de las cinco semicolumnas de cada lado de la cella (los fustes de aquéllas y las paredes de ésta, en toba del Anio). Una capa de estuco pintado lo revestía e igualaba todo. De estuco también eran los relieves de candelabros y guirnaldas del friso, coronado por una cornisa denticular y un cimacio lésbico. Las cabezas de león (canecillos) de las cornisas laterales se conservan relativamente bien. 
El edificio es, en esencia, un templo itálico, con pórtico hexástilo en su primer tercio (dos intercolumnios) y cella en los otros dos tercios. El podio, la escalinata frontal (de reconstrucción moderna) y el pórtico profundo, le imponen la orientación unilateral característica. Otra cosa es el templo griego, abierto por los cuatro costados e indiferente a su entorno. El arquitecto, seguramente griego, cumplía con el ritual romano y quedaba en libertad de revestir el edificio del refinamiento de un jónico impecable.


http://es.wikipedia.org/wiki/Templo_de_Portunus

estatua de Constantino (colosal)


El Coloso de Constantino fue una estatua sedente de tipo acrolítico, que representaba al emperador romano Constantino I el Grande (280-337 d. C ) y que ocupó en el pasado la cabecera oeste de la Basílica de Majencio en el Foro Romano, en Roma. Algunas partes del coloso se conservan actualmente en el patio del Palazzo dei Conservatori de los Museos Capitolinos, en la Colina Capitolina de Roma, sobre el extremo occidental del Foro.
La gran cabeza, brazos y piernas de esta estatua fueron tallados en mármol, mientras que el resto del colosal cuerpo estaba compuesto de un núcleo realizado en ladrillo y madera, posiblemente cubierta de bronce dorado ("acrolítico" significa "de extremidades pétreas"). A juzgar por el tamaño de las piezas que se conservan, la figura sentada medía unos 12 metros (40 pies) de alto. La cabeza mide aproximadamente 2 metros y medio de altura y cada pie tiene más de 2 m de largo.
La gran cabeza está tallada en un estilo típico de las estatuas de finales del imperio romano ("estilo hierático"), mientras que las otras partes del cuerpo son naturalistas, desde los callosos pies a las venas del antebrazo. Con el tratamiento escultórico de la cabeza se trata de transmitir la idea del emperador como un dios, donde se puede destacar sobre todo esta intención en los ojos, con la mirada hacia la eternidad de un rostro rígido e impersonal, frontal. El tratamiento de la cabeza muestra una síntesis del retrato individualista: la nariz aguileña, la mandíbula profunda y barbilla prominente característica de todas las imágenes de Constantino. Se puede apreciar, pues, la tendencia del retrato romano tardío a centrarse en el simbolismo y la abstracción, en vez de cuidar los detalles. No se conoce la fecha exacta de su ejecución, se ha sugerido que una fecha entre 312 y 315.

augusto prima porta

AUGUSTO DE PRIMA PORTA
ICONOGRAFÍA DE UNA CORAZA IMPERIAL
 

La estatua que vamos a comentar es de sobra conocida. Recibe el nombre de Augusto de Prima Porta por el lugar donde fue hallada a mediados del siglo XIX. De unos dos metros de alto, está realizada en mármol y se cree que es una copia o un duplicado de un original perdido que debió fundirse en bronce cuando ya el emperador había fallecido, siendo, en todo caso, algo posterior al año 20 d.C. Nos muestra a Octavio como thorachatus, es decir como un jefe militar que porta una coraza. Las escasas muestras de pintura que aún conserva la estatua han permitido suponer que, originariamente, se encontraba completamente policromada.

El escultor de esta obra singular, claramente influenciado por Policleto (fijaos bien en el significativo contrapposto), nos muestra en ella a Augusto en el momento de dirigir a una arenga a las tropas. Es evidente el atuendo militar, aunque observamos también la presencia del manto consular, recogido en amplios pliegues en torno a la cintura del personaje, rematándose sobre su brazo izquierdo, del que cuelga elegantemente. Completan la escultura, contribuyendo a darle estabilidad, sendas imágenes de un delfín y un pequeño Cupido, alusiones a la inmortalidad que se presupone alcanzará el pacificador del Imperio.
 
No puede negarse que el autor de la estatua original fuese romano, porque evidencia en la obra su interés por mostrar un verdadero retrato del personaje, conforme era la preocupación principal de los escultores latinos. Y, efectivamente, los rasgos de Augusto (que conocemos perfectamente por otras numerosas esculturas) como su típico flequillo o la disposición general de su rostro, están aquí claramente definidos. Sin embargo, el escultor trabajaba dentro de los cánones helenísticos y debía conocer las tendencias artísticas que provenían de Oriente. Esta es la razón de que, frente al verismo del retrato romano, veamos también en el Augusto de Prima Porta ciertos elementos de idealización, tales como el hecho de presentar al emperador descalzo (al modo de los héroes griegos) o la presencia de Cupido. Claro es, todo ello venía a la perfección para dejar entrever la singularidad que el gobierno de Augusto suponía. En síntesis, vemos aquí a un emperador romano, a un jefe militar, pero también a un personaje inmortal. Quizás la distinta posición de ambas manos, una apuntando hacia lo alto, la otra dirigida hacia el suelo, señale en la misma dirección.

Por otra parte, detengámonos un momento en los relieves de la coraza imperial. Todos ellos aluden precisamente a las glorias que el gobierno de Augusto ha deparado a Roma: el triunfo de sus legiones y la Pax romana. Así, en el centro figura el Dios Marte, que se resarce ahora de las derrotas sufridas por ejércitos romanos en época anterior, recibiendo las insignias que un embajador parto le devuelve. A los lados, se muestran dos mujeres sentadas, símbolos de las provincias pacificadas de Hispania y Galia. Completan la decoración de la coraza representaciones del carro del Sol guiado por la Aurora, arriba, y de los dioses romanos Apolo y Diana, abajo, que flanquean a una imagen de la Tierra con el cuerno de la abundancia.

En definitiva, tenemos en este Augusto de Prima Porta una excelente muestra del tipo de obras que producían los escultores romanos dedicados a exaltar las glorias de su emperador, de un Octavio que logró acabar con las guerras civiles que habían sacudido a la República en el último siglo de su existencia, inaugurando un periodo de paz y posperidad. No ha de extrañar que la misma propaganda imperial quisiera mostrar a tal personaje como un ser humano y divino al mismo tiempo. Para ellos, la Tierra iniciaba una verdadera edad de oro.